Pablo Martínez Osés (Plataforma 2015 y más), Nueva York
Publicado el 24 de septiembre de 2013 en www.2015ymas.org
En
esta segunda crónica, Pablo Martínez Osés nos relata cuáles han sido
los principales debates en el segundo día de reuniones adyacentes a la
68 Asamblea General de Naciones Unidas dedicadas a la conformación de la
agenda post 2015. Nos relata cómo se han trabajado desde las
organizaciones sociales, grupos regionales y ONGs las propuestas
globales para lograr impactos reales en el desarrollo: participación,
compromiso con los derechos humanos y, sobre todo, coherencia de
políticas (especialmente las macroeconómicas, comerciales y
financieras), son esenciales para una agenda que vaya más allá de los
buenos propósitos.
“Todas nosotras tenemos que ser la base y el apoyo sobre el que se acople el desarrollo humano en la nueva agenda” Pooja Ravi - GCAP Asia
“Podemos hacer algo para que la agenda sea realmente
transformadora: asegurarnos de que todas las metas están alineadas con
los derechos humanos y promueven su implementación según los principios y
estándares aprobados. Porque son radicales y universales” Ignacio Saez del Center of Economic and Social Rights.
Los eventos en torno a la celebración de
la 68ª Asamblea General de Naciones Unidas se multiplican y simultanean
a todas horas en múltiples lugares. Las espectaculares medidas de
seguridad desplegadas no facilitan mucho el tránsito de unos a otros
lugares y convierten la obtención de un pase de acceso para algunos de
ellos en una odisea. Entre otros muchos hoy se han celebrado eventos
destinados a la atracción de inversiones en Nigeria, a celebrar los
éxitos que en algunas prácticas, indicadores y lugares han obtenido los
ODM, o a presentar el resultado consolidado del centenar largo de
consultas nacionales promovidas y organizadas por la Campaña del Milenio
de NNUU y apoyadas por ciertas redes globales de ONG como GCAP o Beyond 2015.
Hemos participado en dos eventos
centrados en compartir reflexiones, opiniones y expectativas para las
organizaciones sociales respecto de los dos próximos años de trabajo,
que restan para configurar la nueva agenda de desarrollo post 2015. A
juicio de algunos que quisieran dar el proceso de configuración de la
agenda por concluido, las grandes cuestiones ya están planteadas y tan
sólo se precisan ahora aproximaciones de carácter técnico para definir
adecuadamente el listado de objetivos, metas, indicadores y líneas de
base nacionales y regionales para poder concretar la nueva agenda.
Sin embargo, numerosos y diferentes
actores convienen en subrayar que a partir de ahora comienzan dos años
vitales para la configuración de la nueva agenda de desarrollo y que el
núcleo de la discusión y las decisiones aún por tomar son de carácter
fundamentalmente político. La principal prueba es que aún debemos
emplear muchos esfuerzos en redefinir constantemente lo que desarrollo quiere
decir, puesto que muchos actores, sorprendentemente, siguen pensando el
desarrollo objeto de la nueva agenda en términos propios del mediados
del siglo XX. Como si éste no fuera irremediablemente finito por
insostenible ambientalmente o como si el aumento de las desigualdades no
pusiera en riesgo cualquier avance parcial que quisiera significarse.
Como si la dependencia del desarrollo promovido del crecimiento
económico medido únicamente en términos de Renta Nacional Bruta no fuera
un marco que estuviera tan alejado de lo que realmente debemos
promover.
En efecto, quien más recursos y poder
tiene trata de dar por finalizado el debate. Llama la atención que el
primer documento de las Naciones Unidas publicado en todas las formas
para la accesibilidad universal haya sido el informe del Panel de
Personas Prominentes y haya sido lanzado hoy mediante un vídeo de
promoción con el título “Five transformative shifts”. Desde la
Plataforma 2015 y más ya hemos tenido la oportunidad de analizar cuál es
la visión de desarrollo que se promueve en dicho informe y que ha
publicado Economistas sin Fronteras en su dossier dedicado a la Post2015,
mediante el que ponemos de manifiesto las limitaciones del mismo
respecto del enfoque de sostenibilidad y de derechos humanos que
propone.
Las organizaciones sociales son
conscientes de que el proceso de discusión y configuración de la nueva
agenda de desarrollo no es claro. Presenta complejidades como no podría
ser de otra forma dada la enorme complejidad de las cuestiones
relacionadas en las múltiples dimensiones del desarrollo que debería
abordar. Pero más allá de la falta de claridad se constata la ausencia
de un espacio específicamente destinado al debate sobre las cuestiones
estructurales sobre las que la agenda deberá promover cambios para poder
ser efectiva en sus propósitos.
Desde redes africanas y asiáticas
articuladas en torno al G77 se advierte con claridad que los aspectos
más críticos de la nueva agenda exigen repensar y redefinir las
políticas macroeconómicas, comerciales y financieras. Es preciso
desvelar la articulación existente entre estas políticas y a qué grupos y
para qué prácticas constituyen incentivos y para qué otros grupos y qué
otras prácticas suponen verdaderos impedimentos. La rendición de
cuentas de las instituciones que realmente formulan las políticas
comerciales es esencial para poder evaluar, analizar y participar en los
acuerdos comerciales desde una perspectiva holística del desarrollo. La
brecha entre la economía productiva y la economía financiera sigue
abriéndose a favor de ésta, a pesar de lo aprendido desde 2008 con el
estallido de la crisis financiera, y no se trata sino de un efecto de
determinadas políticas reguladoras (y desreguladoras) diseñadas sin
tener presentes los elementales principios de sostenibilidad ambiental y
derechos humanos como configuradotes del desarrollo.
La única solución que se propone hasta
ahora cuando se cuestiona la ausencia de estos debates y propuestas en
los informes oficiales es siempre la misma: será el sector privado
empresarial quien tenga en sus manos, con sus prácticas,
autorregulaciones y responsabilidad social, el cambio de rumbo. En este
ámbito se sitúan las llamadas a forjar una nueva alianza global.
Tan honesta como reveladoramente la
Ministra de Desarrollo finlandesa, Heidi Hautala, reconoce que el
proceso de discusión intergubernamental adolece de claridad suficiente, y
que realmente no sabe cuál es el espacio apropiado para el debate sobre
esas cuestiones estructurales. En línea con algunos otros actores
sugiere que estos debates no corresponden tanto a la definición de la
agenda como a la financiación de la misma, pretendiendo con ello derivar
la discusión a las políticas de cooperación y a sus conocidas
herramientas y compromisos vehiculados por la comunidad donante y que
suman ya décadas de incumplimientos sistemáticos. Sin embargo sugiere un
camino sobre el que su país ha empezado a explorar posibles nuevas
formas de abordar los problemas de desarrollo más allá del ejercicio de
las políticas de ayuda: y se refiere al concepto de Coherencia de
Políticas con el Desarrollo para afirmar que cada día está más entendido
en el conocimiento ciudadano que cambio climático, pobreza, desigualdad
y las interdependencias económicas precisan de soluciones articuladas e
integrales, coherentes en su común y sistemático abordaje de la
promoción del desarrollo. Es cierto que cada vez más gente ha empezado a
pensar en cómo hacer el “puente” entre el sobreconsumo y la
sostenibilidad, es decir, que en cierto modo están incorporando
recientemente la consciencia de que los patrones de consumo y producción
son incompatibles con el bienestar de todos y con la sostenibilidad del
Planeta.
Existe coincidencia en que de forma
simultánea al seguimiento de la agenda global a partir de ahora habrá
que hacer un esfuerzo focalizado en los principales actores de la
negociación intergubernamental, es decir en los ámbitos nacionales. En
este sentido sin embargo, hay que reconocer la mayor importancia que
tiene para el proceso la posición de determinados países como India o la
Unión Europea, frente a otros con menor peso y capacidad de influir en
las discusiones. En cualquier caso se sugiere trabajar con gobiernos,
parlamentos y otros agentes sociales para trasladar la mayor presión
posible en forma de demanda de una agenda realmente transformadora.
A este respecto es fundamental
incorporar algunas reflexiones (auto) críticas. No podemos obviar un
escenario donde los principales actores que han logrado dar a conocer
sus demandas tienen poco que ver (y que deber) a las ONG especializadas
en cabildeo que son las mayoritariamente presentes en los despachos.
Desde las primaveras, pasando por las transformaciones en Latinoamérica,
hasta las últimas reclamaciones populares de Brasil, Turquía y Egipto
constituyen oposiciones y resistencias que no proceden esencialmente de
las ONG. En este sentido parece claro, que si las ONG internacionales
asumieran marcos de negociación de mínimos respecto de la agenda, antes o
después se quedarán atrás, puesto que serán las “calles” quienes
presionen efectivamente a los gobiernos respecto a las grandes
injusticias consecuencia de las desigualdades, el desequilibrio de poder
y el cambio climático, entre otras.
Esta reflexión nos invita a comprender
los espacios oficiales de la agenda de NNUU no como espacios de
negociación sino como espacios de resistencia y confrontación.
Disponemos de evidencias suficientes, constatamos una creciente visión
común entre quienes proceden de países del Norte y países del Sur. Se
trata de apostar definitivamente por una agenda compartida por los
“sures” del Norte y del Sur, que se unen para demandar el reequilibrio
que privilegia a los “nortes” de ambos grupos de países. En definitiva
la gente y las “calles” son el mejor lugar para saber lo que va a
constituir la próxima reclamación de dignidad y de justicia. No debemos
caer en la confusión de confiar en los procesos de consulta que a menudo
son de insulto, por cuanto tan sólo se nos permite aparecer, a
condición de no “salirse del guión establecido”. Tomarse en serio los
derechos humanos puede constituir en estos procesos la mejor forma de
ser lo radicales que los desafíos nos exigen.
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