Publicado en eldiario.es el 23 de febrero de 2014 
Al contrario de lo que mucha gente
 suele pensar, la mayor parte del presupuesto público para cooperación 
al desarrollo no se gestiona a través de ONG. En realidad éstas tan sólo
 acaban ejecutando en torno a un 15% del total de la Ayuda Española al 
Desarrollo (AOD). De hecho, en nuestro país un porcentaje elevado del 
presupuesto público ha sido tradicionalmente ejecutado por el Ministerio
 de Economía a través de las aportaciones que España realiza a las 
Instituciones Financieras Internacionales, como el Banco Mundial y los 
Bancos Regionales de Desarrollo, y mediante la concesión de créditos a 
los países empobrecidos. Es la cooperación financiera reembolsable.  
 Allá por los primeros años noventa, cuando la cooperación española 
estaba en pañales –fuimos aceptados como donantes en 1991-, el llamado 
“componente comercial” de la Ayuda española superaba el 40% del total, 
es decir que en lugar de “ayudar” a los países pobres, gastábamos dinero
 en fomentar, facilitar y promover las exportaciones de empresas 
españolas en aquellos países sin tener en cuenta si dichas exportaciones
 respondían a sus intereses ni los impactos negativos que éstas podrían 
tener en sus niveles de desarrollo. Los créditos FAD se encargaban de 
ellos y con razón fueron el instrumento más polémico y discutido por 
organizaciones sociales, países beneficiarios y organismos 
internacionales de nuestra ayuda. Por su descarada finalidad para 
beneficiar a empresas a costa de las necesidades de los países 
empobrecidos, y por su capacidad de engordar la deuda externa de 
aquellos países para garantizar el cobro de las empresas. Ambas 
cuestiones fueron denunciadas por toda la comunidad internacional, y 
gracias a las presiones de muchos, en la segunda mitad de la década de 
los 2000 se consiguió “limpiar” nuestra Ayuda Oficial al Desarrollo de 
aquellas prácticas, reduciendo el componente comercial a la mínima 
expresión.
La crisis como excusa
 En 2010 se realizó  la reforma legal de
 aquellos FAD ya en franco retroceso, y producto de la misma se crearon 
dos instrumentos diferenciados: el Fondo para la Internacionalización de
 la Empresa (FIEM) que gestionaría el Ministro de Economía y que ya no 
volvería a considerarse como ayuda, y el Fondo de Promoción del 
Desarrollo (FONPRODE) que gestionaría el Ministerio de Asuntos 
Exteriores y Cooperación y que se destinaría a financiar programas y 
proyectos de lucha contra la pobreza, en consonancia con la finalidad de
 la política de cooperación. Para entonces los tiempos habían cambiado, y
 los países ricos tradicionalmente donantes en el sistema de ayuda 
empezaban a sufrir los ajustes de déficit fiscal como receta indiscutida
 e indiscutible contra los efectos de la crisis financiera 
internacional. Estos ajustes han servido de excusa para, en la práctica,
 descartar la agenda del 0,7%, estancando el porcentaje de ayuda 
dedicado a los países empobrecidos. Además, los países donantes, 
abandonando toda la doctrina internacional sobre ayuda al desarrollo de 
las últimas décadas, comienzan a vincular de nuevo sus políticas de 
ayuda con sus intereses comerciales y financieros, exportadores de 
bienes y de capital.
 El Gobierno español pretende 
justificar ahora en esas nuevas prácticas de otros donantes,  el 
desmantelamiento y la instrumentalización de la política de cooperación 
al servicio de los intereses comerciales. Porque España no detuvo el 
incremento de su ayuda como otros, sino que la redujo a la mínima 
expresión reduciéndola un 70% en sólo tres años. Y ahora tramita en el 
Senado la  reforma legal del Fondo de Promoción del Desarrollo (FONPRODE)
 para “devolver” al Ministerio de Economía el control del mismo, de 
forma que sirva para aumentar las exportaciones en lugar de responder a 
las estrategias de desarrollo. Cualquier cosa con tal de equilibrar la 
balanza comercial exterior, ya que el tejido productivo e industrial 
español está bajo mínimos gracias a décadas de “burbujas” financiera e 
inmobiliaria.
Una reforma hecha por la puerta de atrás
 La reforma del FONPRODE se hace a espaldas del conjunto de actores de 
la cooperación, a pesar de que el mismo debería ser un instrumento 
fundamental de dicha política. Introducen la reforma mediante una 
disposición adicional de otra ley, presentada en forma de enmienda del 
Grupo Popular en el Congreso, hurtando de facto a diputados y a otros 
actores la posibilidad de conocer el anteproyecto e informar sobre el 
mismo. A nadie debería extrañar esto porque en el Gobierno español nadie
 defiende la cooperación, y esta reforma lo termina de poner de 
manifiesto. El Ministro titular de la cartera, el Sr. Margallo, confía 
más en la promoción de la  Marca España que
 en situar a España entre los países comprometidos con la lucha contra 
la injusticia internacional o en la provisión de los Bienes Públicos 
Globales. Confía más en enriquecer las cuentas de resultados de las 
grandes transnacionales de origen español, que en fomentar políticas de 
cooperación convergentes con las estrategias de desarrollo de los países
 empobrecidos. Por eso no es de extrañar que entregue la capacidad para 
gestionar la cooperación financiera reembolsable a la Compañía Española 
de Financiación para el Desarrollo (COFIDES), dedicada a la 
internacionalización de la empresa española y participada por grandes 
entidades financieras españolas, como el Banco Santander o el BBVA.
 Tanto desde las organizaciones sociales como desde otros actores de la cooperación  se reclama con urgencia que el gobierno detenga esta reforma, que no aplaste más la cooperación con el rodillo de la mayoría absoluta. De hecho,  todos los grupos de la oposición en el Senado han propuesto su supresión.
 Si no lo hace, a corto plazo, tal vez crezca un poco nuestro porcentaje
 de ayuda y salga de ese bochornoso 0,15% en el que se encuentra, pero 
lo que crezca lo hará, como en aquellos noventa, entregando dinero 
procedente de nuestros impuestos a algunas empresas en lugar de a los 
países supuestamente beneficiarios de la política de ayuda. Tal vez 
también, con poca probabilidad, pueda servir para sacar pecho algún que 
otro trimestre por un nuevo repunte de las exportaciones.
 Pero a medio plazo, la ciudadanía española sabrá que esas prácticas no 
pueden considerarse ayudas coherentes con el desarrollo. Porque lo 
denunciarán los países que vean de nuevo su deuda externa incrementada a
 base de pagar a empresas españolas que ellos no llamaron, porque la 
ciudadanía española ya entendió que su bienestar no está ligado al de 
los negocios de las compañías españolas en el exterior. Porque en 
definitiva, más pronto que tarde, los desmanteladores de la cooperación 
española ya no dispondrán de mayoría absoluta, y tendrán que negociar 
con otros el restablecimiento urgente y coherente de una política de 
cooperación comprometida con la lucha contra la pobreza, la desigualdad y
 la sostenibilidad. Aunque se diga que rectificar sea de sabios, 
esperemos un milagro.
  -- 
 [
 El posicionamiento completo sobre la reforma del FONPRODE, realizado 
por la Coordinadora de ONGD y la Plataforma 2015 y más, puede ser 
consultado en este  enlace.]
http://www.eldiario.es/desalambre/ayuda-desarrollo-convierte-comercio_0_232027133.html